Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

martes, 23 de agosto de 2011

Lo que dice Heinz Dieterich sobre Gadafi*

Hoy abrimos una nueva etiqueta: Polémicas socialistas. La iniciamos con las opiniones del polémico teórico marxista Heinz Dieterich sobre Gadafi. Desde ya HISTORIOGRAFIAS aclara que no está a favor ni en contra de lo dicho por este teórico, sólo ve una oportunidad de colocar sobre la mesa las distintas visiones que acontecen en esa cruda realidad política o fantástica utopía intelectual llamada socialismo.
Cuando Gadafi me invitó al “socialismo islámico”
Explíqueme lo que es el Socialismo del Siglo XXI” decía el embajador libio, un hombre preparado y culto, y después “le extiendo una invitación de mi gobierno”.
Heinz Dieterich | Para Kaos en la Red | 28-2-2011 a las 5:24

1. La oferta del Embajador
“Explíqueme lo que es el Socialismo del Siglo XXI” decía el embajador libio, un hombre preparado y culto, y después “le extiendo una invitación de mi gobierno”. Terminada la explicación se produjo el siguiente diálogo.

“Le ofrezco que organice un congreso mundial sobre la sociedad postcapitalista y el Socialismo del Siglo XXI”, dijo. “¿En dónde sería?”, le pregunté. “Donde Usted quiera.” Y, “¿Cuántos fondos habría?” “Los fondos que sean necesarios.” “¿Quién escoge a los invitados?” “Usted”, respondió. Todo sonaba bien, pero como en la política, al igual que en los negocios, nada es gratis, inquirí: “¿Hay alguna condición para organizar ese congreso mundial?” “La única condición es que la discusión del Libro verde del ´Hermano líder de la Revolución´ (Gadafi) sea parte del Congreso.”

2. El Libro Verde
Me preguntó si conocía el Libro verde, que trata de la democracia directa-popular (Yamahiriya), de la superación capitalista por el “socialismo natural” o “ islámico” y de la “tercera teoría universal”. Le decía que lo había leído durante el movimiento estudiantil en Alemania, cuando se distribuía gratuitamente, imitándose la política del gobierno chino que repartía sin costo el “Libro rojo” de Mao Tse Tung. Y que recordaba que, como el “Justicialismo” de Juan Domingo Perón en Argentina, pretendía ser la Tercera Vía ---la alternativa entre capitalismo y comunismo--- para los países del Tercer Mundo.

Que era, pues, un epicentro de la gran conflagración “fría” entre el capitalismo y el Socialismo del Siglo XX (URSS, China, Cuba), y la búsqueda de una nueva civilización secular y postcapitalista. Me dio la obra en inglés, alemán y castellano con la petición de que volviera a leerla.

En encuentros posteriores me invitó a Trípoli, donde el gobierno del Coronel Gadafi había confirmado la invitación para que visitara el país y que me garantizaba que podía hablar personalmente con el líder de la revolución.

3. Gadafi y los límites del bonapartismo “socialista”
Volví a leer los tres tomos de la obra de Gadafi y a informarme más sobre la situación de la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista del Coronel, y llegué a dos conclusiones: 1. Que las intenciones originales de igualdad social, antiimperialismo burgués y de la Patria Grande Árabe (panarabismo) de Gadafi, eran auténticas --- como en la mayoría de los miembros del coronelísmo árabe inspirado en Gamal Abdel Nasser; pero que su “socialismo natural” no era un paradigma científico capaz de hegemonizar el Movimiento de los No-Alineados del Tercer Mundo y guiarlo contra el imperialismo, ni tampoco, una base teórica adecuada para construir la sociedad postcapitalista; 2. Que su ecléctica teoría (Corán, democracia popular, economía “socialista”) de la democracia directa había quedado en Libia, en el papel. Que a tres décadas de la declaración de la Yamahiriya no había construido el poder popular en Libia, sino un régimen autocrático que navegaba sin rumbo civilizatorio en las aguas negras de la Tercera Vía que, al fin y al cabo, son las aguas negras del capitalismo.

4. Lecciones del fracaso de Gaddafi
Las lecciones de los levantamientos en el mundo árabe, el Magreb y el Mashreq, y del fracaso de Gadafi, son evidentes.

1. No hay Tercera Vía entre capitalismo y socialismo. Aunque la idea es muy popular entre militares progresistas-nacionalistas de América Latina y del Mundo Árabe (Perón, Gadafi, et al.), no es más que una ideología pequeñoburguesa sin fundamento científico alguno. La gente que la usa es o ilusionista (el bonapartismo) o manipuladora (Tony Blair, Anthony Giddens et al.).

2. Cuando una fuerza social o estatal progresista toma el poder con la intención de llegar a la sociedad postcapitalista (socialismo), necesita disponer de o desarrollar un proyecto estratégico racional y científico de transformación que guía su praxis política. Asimismo, tiene que mantener su carácter de vanguardia, lo que solo es posible con una auténtica y significativa participación protagónica de las masas.

Donde no se dan esas condiciones, el sujeto de transformación involuciona y retorna a formas feudales del ejercicio del poder ---entre ellas, la transferencia monárquica del poder a los hijos de la dinastía fundadora, la prohibición de criticar al Rey y la exclusión fáctica del poder de las masas--- como vemos en los regímenes postnasseristas árabes (Mubarak, Quaddafi, Al-Assad) y también, en el Socialismo del Siglo XX, como en Corea del Norte y Rumania.

3. El problema estructural de los levantamientos en el Magreb y Mashreq, detrás de las causas inmediatas del desempleo, la inflación, etc., es el problema generacional. Ningún líder revolucionario socialista ha formulado con más claridad ese “falla geográfica” de las revoluciones, por donde hace erupción la energía transformadora, que Mao Tse Tung. Cuando la nueva generación no asimila y defiende los valores de la generación fundadora, no hay fuerza en el mundo capaz de sostener los regímenes construidos sobre ellos, reflexionaba el líder de la Revolución China. Esa verdad es confirmada hoy día nuevamente en la región árabe, donde el orden regional de la post-guerra fría se derrumba y el castigo de la historia a los sistemas que no evolucionan se evidencia: tanto al coronelismo progresista, como antes al Socialismo del Siglo XX.

4. La lección para los intelectuales es que hay momentos en que hay que rechazar las dulces mieles de las ofertas de los Estados ---premios, cámaras, prebendas financieras y, sobre todo, poder--- sea el Estado que sea. Todos los gobiernos pretenden cooptar a la intelligentsia y no escatiman incentivos para lograrlo. El intelectual crítico debe mantener su independencia ante ese constante peligro de erosión moral.

5. Y los pueblos deben evitar la trampa de la dependencia intelectual y cooptación de los líderes y gobiernos siguiendo la consigna de la Ilustración: Autoridad, discurso y proyecto, que no pueden sustentar su racionalidad y legitimidad, pierden el derecho a gobernar.
El fin de Gadafi

El hecho básico de la situación de Gadafi es que está irremediablemente perdido.

Heinz Dieterich | Para Kaos en la Red | 14-3-2011 a las 4:29

En política es arriesgado hacer pronósticos porque hay muchos factores difíciles de prever. El pronóstico de Fidel del año pasado de que Washington e Israel atacarían a Irán con armas nucleares el 2 de julio del 2010, o antes, es un ejemplo. En el caso de Libia, sin embargo, el escenario es relativamente previsible.
1. Gadafi está terminado
El hecho básico de la situación de Gadafi es que está irremediablemente perdido. Este es el centro de gravitación del análisis situacional. Tiene el país divido en dos bloques, Tripolitania y Cirenaica; tiene Estados Unidos, la Unión Europa, Israel, las dictaduras feudal-mercantiles árabes, la Liga Árabe y la opinión pública mundial en su contra, al igual, que un embargo económico. Ante esas fuerzas, el poder que le queda es mínimo.

2. Su destrucción militar
Militarmente, a Gadafi le quedan unos pocos aviones de combate, unos pequeños buques de guerra y pocas brigadas de combate. El equipo militar es obsoleto y en gran parte inservible. El entrenamiento y la eficiencia de las tropas son bajos. El rendimiento bélico en las últimas guerras en Uganda (1978) y Chad (1987) fue desastroso. De las trece bases aéreas, varias están bajo el control de los rebeldes. Los hangares de los aviones militares de Gadafi han sido plenamente identificados por la inteligencia militar de la OTAN, y lo mismo vale para los barcos de guerra, la infantería y las unidades de tanques. Con misiles cruceros o algunos ataques aéreos, la OTAN acabaría en dos días con esas Fuerzas Armadas. ¿Por qué, entonces, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, dice que la implementación de una “No-fly zone” es difícil y requiere más fuerzas que las de un solo portaaviones?
3. La Doctrina militar de Gates
La lectura de la historia militar estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial, que hace Gates, es, que Estados Unidos no debe involucrarse con tropas terrestres en guerras asiáticas. La guerra de Vietnam se perdió; la guerra de Corea fue un empate y el juicio final sobre las guerras de Irak y Afganistán no está claro. La esencia de esta visión del Pentágono coincide con una verdad que ya había formulado Stalin, en cuanto a una eventual conquista militar soviética de Europa Occidental: “El problema no es conquistar un país, sino mantenerlo ocupado y controlado”. Estados Unidos, al igual que en su momento la Unión Soviética, no tiene suficientes tropas de combate para ocupar un país por un tiempo prolongado. Su talón de Aquiles es su débil base demográfica.
4. La solución imperialista para Libia
El verdadero significado de las palabras de Gates es, por lo tanto: necesitamos encontrar un régimen autóctono que garantice la estabilidad de Libia, antes de dar el golpe militar final a Gadafi. Estabilidad en este contexto significa la entrega del petróleo y el control de las fuerzas islámicas en Bengazi. Quitar a Gadafi y neutralizar a las fuerzas islámicas del oriente libio, este es el gran puzzle político-militar que tiene que resolver la Casa Blanca en este momento. La estrategia que emplea es la que usó en la guerra entre Irak e Irán: desangrar a los dos adversarios en una guerra, para después entronizar a un gobierno títere. Esta es la principal razón, por la que Obama no ha destruido a las Fuerzas Armadas de Libia todavía. Tienen que debilitar a las fuerzas islámicas, debilitándose ellas mismas en esta guerra. Exhaustos los dos, el imperialismo instala el nuevo orden.
5. La última opción de Gadafi
El momento del ataque de la OTAN llegará cuando Gadafi emprende la campaña militar para retomar a Bengazi. Ante las inevitables muertes de civiles en esa guerra, magnificadas por una campaña mediática internacional, se repetirá el viraje de la guerra del Mariscal alemán Erwin Rommel en Tobruk y El Alamein, con una ofensiva de la OTAN. La única salida que le queda a Gadafi, es por lo tanto, parar la reconquista del Oriente libio y tratar de negociar con la oposición una forma de dimisión que le salve el pellejo.
Todo indica, sin embargo, que el “León del Desierto” en 2011, como el “Zorro del Desierto” (Rommel) en 1943, ha llegado al fin de su camino. No construyó la democracia anticapitalista que había prometido y no construyó el Socialismo del Siglo XXI que le hubiera dado la fuerza para una Guerra Popular Prolongada. Agotado su sistema pequeñoburgués bonapartista de la Gran Yamahiria Árabe Libia Popular Socialista, se pasó al bando del imperialismo y sionismo. Cuando los movimientos modernizadores de la revolución democrática burguesa sacudieron las petro-cleptocrácias del Magreb y del Mashreq se quedó como el Mariscal de Campo de los nazis: sin tanques,ni artillería, ni bombarderos, para parar la ofensiva final del enemigo.
Es probable que no le queden más que dos semanas a Gadafi.
El Tigre de Papel destroza a Gadafi

El mayor crimen de los Hussein, Gadafi, Noriega et al es, que permiten al imperialismo reconquistar posiciones geoestratégicas que había perdido.

Heinz Dieterich | Para Kaos en la Red | 20-3-2011 a las 4:48 |

1. La megalomanía de los coroneles
“Francia será vencida. Estados Unidos será vencido. Gran Bretaña será vencida”, aseveró el Coronel Gadafi el miércoles pasado, y pidióuna “disculpa”de las potencias de Occidente por sus “errores” al apoyar la revuelta libia. Una declaración sorprendente del Jefe de un Estado desertico con cinco millones de habitantes. De hecho, una declaración que denota una separación psicótica de la realidad. Es parte del síndrome de megalomanía que se observa con frecuencia en los coroneles (coronelismo) y, casi siempre, en la soldadesca que llega a dominar el poder político. Gadafi, Saddam Hussein, Noriega, la lista es muy larga.
2. Los megalómanos ante el Tigre de Papel
La megalomanía de los militares autoconvertidos en presidentes resulta de dos factores: a) del sistema de dominación autocrático, sin controles democráticos, críticas públicas o incidencia real popular, que tienden a construir y; b) de la compulsión eufórica de poder que les suele inculcar la extraordinaria fuerza de un batallón militar en marcha o el paso de los tanques y aviones de combate. Sobreestiman ese poder abrumador frente a un potencial adversario y se les olvidan las reglas más básicas de la guerra, desde Sun Tzu a von Clausewitz, Napoleón y Rommel.
En el caso de Saddam Hussein, por ejemplo, antes de iniciarse las operaciones bélicas, escribí un análisis para el diario mexicano La Jornada, donde sostenía que pese al gran número de tanques iraquies, su Fuerza Armada no iba a durar ni seis semanas. Era fácil ese pronóstico (correcto). Bastaba conocer la Doctrina Militar de la OTAN de entonces (Air Land Battle 2000), derivada del Blitzkrieg de Hitler; la topología del campo de operaciones (desierto) y la inmensa superioridad aérea de los agresores. Estaba claro que las Fuerzas Armadas de Irak nunca tuvieron un ápice de posibilidad de defenderse, ni hablar de prevalecer. Saddam Hussein no las llevó a una guerra, sino al matadero; entregando la nación, al mismo tiempo, en bandeja de plata al imperialismo. Trágicamente, la situación de Libia es aún peor que la de Irak en su momento, pese a que era tan fácil de predecir como aquella. (Immanuel Wallerstein metió groseramente la pata en su pronóstico.)

3. La dialéctica del Tigre
Cuando esos bravucones invocan la famosa imagen del Tigre de Papel, zhi laohu, de la cultura china---popularizada mundialmente por Mao Tse Tung y el Tío Ho--- usan la frase sin cerebro. Es decir, sin la dialéctica de los grandes estrategas. Es esa dialéctica que revela cuándo el Tigre es de Papel y cuando es tan real que mata. Su arte de interpretación es una cuestión de vida o muerte en la guerra, como Mao ha demostrado con un sinnúmero de ejemplos en sus obras sobre la guerra civil contra Tchiang Kai Chek. Pero, se puede ilustrar el problema también en forma anecdótica.
Cuando los franceses reocuparon Vietnam después de la Segunda Guerra Mundial, invitaron a Ho Chi Minh a un recorrido en sus acorazados. La intención era obvia: intimidarlo con el poder militar para que no iniciara la guerra de liberación contra los imperialistas. No lograron su objetivo. Cuando Ho se encontró después con su General Giap, el comentario fue: “Los franceses cometieron un gran error. Me enseñaron que sus grandes buques de guerra no pueden subir nuestros ríos.”
Algo semejante pasó con Chruchtchev.Cuando un político chino le reclamó que la URSS era demasiado blanda ante el Tigre de Papel del imperialismo gringo, Chruchtchev contestó: “Sucede que el Tigre de Papel tiene dientes nucleares”.

4. El crimen de Gadafi
El mayor crimen de los Hussein, Gadafi, Noriega et al es, que permiten al imperialismo reconquistar posiciones geoestratégicas que había perdido. Por eso, sus pueblos tienen que ser vigilantes ante sus promesas del “nuevo mundo socialista” y sus provocaciones populistas al imperialismo. En esto, sí, los bravucones del mundo árabe y latinoamericano pueden aprender mucho de Fidel. Tanto, de hecho, que hasta el día de hoy el Tigre nuclear no ha podido matarlo.
La responsabilidad de Gadafi en el avance de la OTAN

Leer hoy día a la mayoría de los comentaristas y políticos de izquierda sobre la intervención de la OTAN en Libia es, esencialmente, una pérdida de tiempo.

Heinz Dieterich | Para Kaos en la Red | 28-3-2011 a las 17:19

1. La pregunta impronunciable
Leer hoy día a la mayoría de los comentaristas y políticos de izquierda sobre la intervención de la OTAN en Libia es, esencialmente, una pérdida de tiempo. Sustituyen el análisis con sus lamentaciones sobre el cinismo del imperialismo, que solo quiere el petróleo y que después de Libia siguen Siria, Irán y Venezuela. Afirmar esto es tan trivial como afirmar que el sol “desciende” al atardecer. Sin embargo, la interminable repetición de esa verdad trivial les permite omitir una pregunta que es decisiva para la Izquierda y la lucha de clases: ¿Cuál es la culpa de Gadafi de que la OTAN hoy domina el país?
Dicho en forma general: ¿Cuál es la responsabilidad de los líderes históricos en el fracaso de los procesos revolucionarios? Por ejemplo: ¿del Buro Político del Partido Comunista de la URSS en los 37 años de estancamiento post-stalinista y el colapso final? ¿de Kim Yong Il en la petrificación del stalinismo en Corea, su estancamiento económico y el apoderamiento dinástico-familiar del poder político?
2. La responsabilidad de los líderes en los triunfos imperialistas
La responsabilidad de Gadafi en el avance imperialista actual se puede formular en una frase: habiendo tenido el poder político-militar absoluto y una riqueza económica desproporcional durante 42 años (¡!), ha sido incapaz de integrar el país en un sólido bloque de poder nacional, capaz de resistir al imperialismo. No ha logrado integrar a la juventud libia ni a la región islamista oriental. La razón de este fracaso---que ha permitido la actual intervención imperialista---es la falta de democracia y participación de los ciudadanos en los asuntos públicos de la nación. Restringiendo el poder y la conducción pública a un aparato monopólico, el sistema y sus líderes perdieron su capacidad de evolución. Cuando cambió el entorno, ambos se hundieron.
Este fue el caso del Socialismo del Siglo XX: la transición del vertical modelo stalinista al democrático Socialismo del Siglo XXI nunca funcionó. Para el mundo árabe, el régimen sirio del Partido del Renacimiento Árabe Socialista(Baath), que actúa bajo la consigna “Unidad, Libertad, Socialismo”, ilustrael problema. Desde que llegó al poder en un golpe de Estado en 1963, ha mantenido a la población durante 38 años bajo estado de sitio (¡!). Ahora, al igual que Gadafi, Saddam Hussein y Mubarak, Bashar al-Assad ---“el hermano humanista y socialista”, como dice Hugo Chávez---pagará el precio por su inmovilismo, porque el descontento interno y la subversión imperialista no le permitirán una transición exitosa a un régimen más fuerte, por ser más popular y participativo.
3. La soberbia de los líderes
La culpabilidad histórica es de esos líderes y colectivos (partidos, guerrillas, facciones) que encabezan procesos de transformación democratizadores, para después sacralizar de inmediato el “nuevo orden” que generan, y en el que nada puede modificarse sin su beneplácito. No se les ocurre que tienen que renovar su legitimidad constantemente. No se les ocurre, que su reclamo a ser legítimos detentores del poder de la nación por un hecho fundador revolucionario de hace medio siglo, se convierte en ritual hueco ante las nuevas generaciones. Y menos se les ocurre que la evolución los liquidará por ignorantes o soberbios ante las leyes de la historia.
4. La culpabilidad
En derecho penal, el concepto de culpa implica una conducta que por imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de normas existentes genera un daño, que era previsible y evitable. Este es el caso de Gadafi, Saddam, Noriega y de los regímenes caídos o en crisis del Socialismo del Siglo XX. La norma que desconocieron no es una ley del derecho internacional o un precepto de la ética política. Ambos son de poca importancia real en el quehacer de las naciones. Su culpa consiste en desconocer la ley de la evolución del universo. Piensan que en un cosmos en constante movimiento y, por lo tanto, cambio, pueden permanecer en el inmovilismo, petrificando y sacralizando su modelo original de dominación que instauraron cuando tomaron el poder. Una conducta de suprema ignorancia o soberbia.
5. “Asumo la responsabilidad
Cuando tienen que admitir algún error grave no dicen más que un retórico mea culpa o unretórico “Asumo la responsabilidad”. De hecho, no asumen su responsabilidad política que consistiría en explicar ante las masas el por qué de sus errores. Porque sólo de esta manera los ciudadanos podrían aumentar su nivel de conciencia. Y, tampoco, hay sanciones para ellos, sino solo para los subalternos. Esos subalternos responsables frecuentemente son llamados por los líderes “la burocracia”. Lo que callan es que la burocracia estatal, civil y armada, es generalmente su principal bastión de poder y que ellos, como Jefes del Estado, son responsables de ella. Y si no pueden controlar o cambiarla, deberían dimitir.
6. Gadafi y la Izquierda idolatrante
Los líderes son necesarios en determinados momentos de la historia. Lo que no es necesario, sino patológico y reaccionario, es la subordinación mental de las masas ante ellos, sus mandarines políticos y sus chamanes ideológicos. La Izquierda idolatrante y oportunista que les rinde culto a la persona y al poder, es corresponsable de las derrotas como la de Gadafi, porque sustituye el análisis crítico por el newspeak de los líderes. Cuando sus triunfalismos se caen en pedazos ante las bombas de la OTAN, solo saben repetir las trivialidades sobre la maldad del imperialismo. Asumen el papel de los curas. Todo lo que está mal en la maravillosa creación del Señor es la (imprevisible) obra del Diablo.
Sin embargo, nada en la destrucción de Gadafi era imprevisible. De hecho, su capitulación data de diciembre del 2003, cuando renunció al desarrollo nuclear, entregó el petróleo y se volvió colaborador del Mossad, de la CIA y del MI-6. Y los fascistas gringos con sus colaboradores sionistas ya habían publicado en 1997 a través del Project for a New American Century (PNAC), cómo iban a reordenar el mundo oriental desde Marruecos hasta el Hindukush. Con el fraude electoral de Bush (2000), ese proyecto hegemónico global se hizo política oficial del Imperio, y el ex Director de la CIA, James Woolsey, lo explicitó aún más en 2003, cuando configuró “La Cuarta Guerra Mundial”.
Las descabelladas propuestas de Gadafi, de enero a marzo del 2009, para salvar su pellejo mediante la movilización del pueblo, fueron paradas por su propia clase política. Era too little to late, como dicen los gringos. De todas formas, estaban tan fuera de la realidad como las propuestas del dinero comunaly de las Comunas, del Presidente Hugo Chávez, y sólo hubieran llevado a un desastre mayor si se hubieran realizado.
7. Marx y los líderes
Ante esa idolatría de los líderes, que es una actitud absolutamente contrarrevolucionaria, hay que recordar la caracterización que hizo Marx de ellos y de su papel en el proceso histórico. Para Marx, ellos no eran más que Zufaelligkeiten: casualidades o eventos aleatorios (al azar).
¡Qué tan lejos está la Izquierda actual de la lucidez teórica de los próceres!
*Tomado de http://www.kaosenlared.net/colaboradores/heinzdieterich

miércoles, 17 de agosto de 2011

La crisis de la Universidad*

Fernando Mires

Aún hoy, en el siglo XXl, muchas universidades europeas arrastran consigo una pesada carga medieval. Hay universidades en las que suelen formarse grupos cerrados que rinden culto a una determinada línea, excluyendo cualquiera posibilidad de interrelación con otras disciplinas del pensamiento

1. Universidades arcaicas
Aún hoy, en el siglo XXl, muchas universidades europeas arrastran consigo una pesada carga medieval
En la mayoría de las universidades europeas las relaciones entre catedráticos corresponden a las de “pares entre pares”. Cada uno es dueño de un territorio específico dentro del cual domina casi sin contrapeso un determinado“señor”, en este caso un profesor. La cátedra es otorgada de por vida, y no son pocos los casos de eminentes profesores que designan incluso a sus sucesores, destinados a mantener la línea impuesta por el “gran maestro” (que no siempre es tan grande ni tan maestro). Del mismo modo, entre catedráticos se concertan alianzas y pactos cuyos objetivos son aumentar el poder personal tanto fuera de la universidad como dentro de ella. Cada catedrático posee además un séquito especial formado por asistentes, auxiliares, secretarias, tutores, etc. (la nomenclatura varía de universidad a universidad). Al igual que en el medioevo, el séquito, o hueste personal, es adqirido por contrato, pero en el fondo está basado en relaciones personales y, por supuesto, en la incondicionalidad absoluta del “siervo” al “señor”. Lo que no siempre está claro es a qué periodo medieval corresponde la estructura descrita. A veces da la impresión de que en ella se mantienen las formas de la más temprana Edad Media. No obstante, otras veces he llegado a pensar que estamos en el periodo de plena decadencia del feudalismo. Esta última impresión la he confirmado observando la enorme proliferación de títulos académicos equivalente a la superabundancia de títulos de nobleza que caracterizó a la “tardía Edad Media”, particularmente en países como España, Italia y Portugal. Así como en ese periodo las cortes y los patios de los castillos estaban repletos de nobles con título, pero sin riquezas ni tierras, señores de capa y espada (con criado, cochero y toga, aunque muertos de hambre), hoy en día los campus universitarios se ven atestados de doctores sin sueldo ni puesto de trabajo; y lo que es peor: sin capa y sin espada.
Pero no sólo se encuentran en la universidad europea moderna las raíces feudales que le dieron origen, sino además las clericales. En los claustros universitarios (la palabra claustro no es casual) se dan todavía procesos de iniciación muy similares a los que tenían lugar en los conventos. Del mismo modo, en el largo proceso de aprendizaje que lleva a la obtención de un título universitario hay que pasar por largos periodos de “expiación”. La sacralidad de la profesión universitaria no se da sólo en las formas, sino también en una dogmática muy similar a la de las diferentes ordenes sacerdotales. En ese sentido, uno de los grandes éxitos de los movimientos estudiantiles alemanes del 68 fue haber puesto fin a la llamada Ordinarius-Universität. El Ordinarius era el prófesor de cátedra que dictaminaba sobre contenidos y formas en su terriorio académico. Una especie de preceptor laico. Pero que el Ordinarius sea sólo una reliquia medieval, no es muy seguro.
Hay universidades en las que suelen formarse grupos cerrados que rinden culto a una determinada línea, excluyendo cualquiera posibilidad de interrelación con otras disciplinas del pensamiento. Tales grupos, si se encuentran articulados en alguna institución interna o externa a la universidad, pueden ser considerados como equivalentes a las ordenes religiosas medievales. Pero, como suele suceder en las grandes iglesias, es frecuente que a su alrededor también proliferen sectas, las cuales suelen agruparse en torno de una figura profética o mesiánica. Si el profeta o mesías ya está muerto, mucho más imponente e inapelable es su “mensaje”, y sus seguidores le rinden una veneración que envidiarían los monjes tibetanos.
Alrededor de nombres papales como Marx, Freud, Jung, Lacan, Sartre, Foucault, Wittgenstein, Habermas, por ejemplo, se forman en las universidades “escuelas de pensamientos” que preservan y siguen las lecciones del “gran maestro” con la misma fidelidad que los franciscanos a Francisco de Asís y los jesuitas a Ignacio de Loyola. Por cierto, tanto en uno como en otro caso, en el seguimiento condicional al gran maestro se esconden intereses que no son siempre científicos, pues una cosa es la especialización en un determinado sistema de pensamiento elaborado por alguna eminencia, lo que en sí no tiene nada de cuestionable, y otra cosa muy distinta es convertirse en algo así como su representante en la Tierra, o lo que es peor, en su “intérprete”. Así, la mayoría de las escuelas interpretativas se limitan a reproducir el pensamiento originario, ordenándolo en sistemas, estructuras y jerarquías, y lo que es peor, en manuales, cuyo objetivo es elevar a verdad indiscutible todo que dijo (y no dijo) el gran maestro. Lo que ocurrió con la compleja obra filosófica de Marx a gran escala, cuando cayó en manos de los bonzos del Kremlin, tiende a ocurrir a escala menor en los “claustros académicos” donde asoma, impertinentemente y con mucha fuerza, la casuística monacal que forma parte del inconsciente de cada ciencia.
2. Castas académicas
Después del feudalismo y del clericalismo, la tercera de las raíces que explica el carácter patriarcal de la universidad europea –cuyos modelos han sido exportados hacia las más diversas latitudes– viene de los llamados gremios o corporaciones medievales que, a diferencia de feudos y conventos, tenían un asiento predominantemente urbano. Como es sabido, la principal característica de los gremios era su jerarquización vertical.
Ahora bien, como ocurrió con otras instituciones públicas, aquel orden organizacional que predominaba en los gremios fue transferido a las universidades, de modo que también en sus diferentes cátedras tendían a formarse relaciones corporativas, particularmente alrededor de un catedrático que pasaba a ocupar el lugar del antiguo maestro del mismo modo que los llamados asistentes y profesores auxiliares ocupaban el de los aprendices. Dicha relación se veía fortalecida por el hecho de que –hasta hoy– cuando algún iniciado pasaba al lugar del catedrático, obtenía el cargo de por vida. Como todavía se dice, “cuando se nombra un catedrático, ya no hay como sacárselo de encima”. De tal modo, el catedrático se convertía en un propietario de un medio de producción intelectual que él organizaba del mismo modo que los empresarios urbanos a su personal subalterno (Weber 1995, p. 6).
Muchas de las estructuras gremiales y/o corporativas que caracterizaban a la antigua universidad siguen prevaleciendo, aunque por .supuesto bajo nuevas formas. Las relaciones consanguíneas en las “castas” no tienen hoy un papel relevante, pero su lugar ha sido ocupado por la “familia ideológica”, algo que, aun después del fin de la Guerra Fría y de la inevitable polarización ideológica de los sistemas de conocimiento que de ahí se derivaban, continúa existiendo no sólo en las ciencias sociales, de por sí “politizadas”, sino también en las ciencias naturales. Desde luego, aunque todo el mundo universitario está consciente de ese hecho, nadie lo dice abiertamente. Mediante un acuerdo tácito se sigue haciendo “como si”, es decir, como si los cargos universitarios fueran ocupados exclusivamente de acuerdo con méritos individuales, y “como si” las adscripciones ideológicas no tuvieran ningún papel en los nombramientos. Pero hay todavía universidades de “izquierda” y otras “conservadoras”. Dentro de cada una hay también reductos que agrupan a los miembros de una o de otra familia ideológica. Dicho secreto a voces no es problemático cuando en la vida extrauniversitaria rigen condiciones propias al pluralismo ideológico o político, de tal modo que cada estudiante es teóricamente libre de decidir en cuál alma máter y cátedras quiere realizar sus estudios.
Problemático es cuando rigen en el mundo político institucional sistemas bipartidistas, y lo que es peor, monopartidistas. En esos casos, la oferta ideológica es extremadamente limitada, y las universidades tienden a constituirse en simples prolongaciones académicas de poderes extraacadémicos.
Pero no sólo en el plano de las relaciones ideológicas, sino además en el de las personales, rigen, en la vida académica, formas y normas que eran constitutivas del orden de los gremios medievales. En el pasado, haber sido aprendiz de uno u otro maestro era un signo que garantizaba la calidad de un arte o técnica, hecho que podía ser certificado en las prácticas manuales.
Un maestro que hubiera sido aprendiz de la casa Stradivarius poseía sin duda un “sello” de indiscutible prestigio en el rubro de la fabricación de violines. En las prácticas científicas, el efecto es parecido, aunque no pueda verificarse en la realidad como en las actividades manuales y artísticas, pues alguien puede haber sido discípulo de Einstein y continuar siendo un físico mediocre. No obstante, hay académicos que han aprendido a utilizar el “con quien” estudiaron de modo magistral.
3. La “americanización” de la universidad
Frente al extremo medievalismo de la universidad alemana, Max Weber ponía como contrapunto, en su libro clásico: Ciencia como Profesión, el otro polo: la universidad americana.
Por americanización de la universidad entendía Weber una suerte de mercantilización de la vida académica, según la cual rige una flexibilidad en los cargos determinada más bien por las leyes de oferta y demanda, y donde la enseñanza es concebida como una mercancía que ofrece la empresa, en este caso la universidad, a los consumidores, que son los estudiantes (p. 6). El estudiante paga una matrícula alta y compra así una determinada cantidad de conocimientos, y con ello los correspondientes títulos que necesita para su plan de vida. La relación que impera en la academia es, por tanto, una relación empresarial que, por lo demás, es la misma que rige los destinos de la sociedad fuera de las universidades. En este contexto, el profesor pierde la presencia majestuosa, casi papal, que adquiría en la universidad alemana en los tiempos de Weber. Como contrapartida, se convierte en una suerte de vendedor público de saberes, teorías y conceptos y, como todo vendedor, ha de esforzarse para que sus productos sean más atractivos que los que ofrece otra empresa, en este caso, otra universidad.
Weber caricaturizaba ya en 1917 tanto a la universidad alemana, como a la norteamericana. En uno como en otro caso se trata sólo, para emplear la propia terminología de Weber, de “construcciones ideales” que, por serlo tales, no encuentran jamás una correspondencia exacta con la realidad en el marco de los dos peligros que marcan el tenor de casi toda la sociología weberiana. Uno, el de la extrema racionalización; el otro, el de la extrema economización. Como es sabido, para Weber ninguno de los dos excluye al otro, constituyéndose así un tercer peligro que, valga la tautología, es el más peligroso, y éste es el que se da a través del entrecruce de relaciones capitalistas con la creciente complejización de la esfera burocrática, tema que hoy signa a casi toda la sociología de Habermas. Tanto una tendencia como la otra se sirven de estructuras de dominación “arcaicas”, de modo que la relación entre tradición y modernidad no sólo es antagónica, sino además complementaria. Esto significa que una universidad puede estar edificada sobre bases medievales, constituirse como empresa moderna, y ser extremadamente burocrática a la vez, sin que todo eso implique, necesariamente, una contradicción.
Cuál es el modelo que ha de prevalecer en las universidades del futuro es un tema permanente en la discusión interuniversitaria. En algunos institutos norteamericanos se añora e idealiza la antigua universidad europea. A la vez, en muchas universidades de Europa se intenta adoptar, indiscriminadamente, formas supuestamente americanas de funcionamiento. Como en los tiempos de Weber, los académicos europeos viajan a EEUU, a veces sólo por una semana, y regresan encandilados con la agilidad, movilidad y flexibilidad que muestran algunas universidades del “nuevo mundo”. Continuamente presionan para imponer dichas formas y estilos en instituciones universitarias que han sido diseñadas en el marco de tradiciones diferentes, y a las que no es fácil, y quizás tampoco sea conveniente, renunciar. El resultado es que se ha ido formando en Europa un híbrido que conserva en sí todas las formas autoritarias y patriarcales de la universidad medieval, a las que se agrega el autoritarismo burocrático estatal –en países como Alemania todavía muy fuerte–, y la mercantilización del saber académico que es característica de algunas nuevas universidades norteamericanas (pues, por lo general, las tradicionales son más europeas que las europeas). Algo así como un McDonald dentro de la catedral de Notre Dame, pero atendido por funcionarios públicos.
En diferentes trabajos que se refieren a los procesos de modernización de instituciones tradicionales, Max Weber destacó que la tradición no excluye la modernización. En ese sentido, en muchas universidades modernas, la creciente mercantilización de las relaciones académicas no sólo coexiste con la burocratización de la enseñanza y con la mercantilización de la investigación científica; además cada uno de esos procesos ha terminado por ser funcional al otro. Para poner un ejemplo, los proyectos de investigación científica que se realizan en un recinto universitario reciben financiamiento externo, que puede ser del Estado, de empresas privadas, o incluso de bancos. Por lo tanto, si un profesor es interesante para una universidad, no lo es sólo por sus conocimientos o por sus cualidades sino también por su capacidad para obtener fondos y administrar proyectos; lo que implica, en primera instancia manejar un complejo de relaciones públicas y privadas que permitan canalizar medios de financiamiento para esos diferentes proyectos. De este modo el profesor posmoderno no sólo debe ser un sabio patriarcal, sino además un excelente manager, es decir, alguien con manejo empresarial y administrativo. De más está decir, en este caso, que las prestaciones de servicio y las relaciones de dependencia personal, propias a la universidad medieval, se acrecientan cuando el profesor-empresario actual está además en condiciones de crear empleo, distribuir dinero y financiar investigaciones entre los miembros de su séquito. Éstos rara vez se encuentran en condiciones de cuestionar las teorías del profesor-empresario, por descabelladas que sean, so pena de poner en peligro no sólo sus posibilidades de ascenso profesional, como ocurría en el pasado, sino además su subsistencia económica. Ello quiere decir, y a eso voy, que el saber científico no sólo no es siempre objetivo, ni puramente discursivo. Además es construido en espacios de relaciones que no excluyen las de dinero, subordinación e incluso, como he podido comprobar tantas veces, de simple servilismo. Sin embargo, que las universidades puedan ser convertidas en meras prolongaciones de fábricas, empresas e incluso bancos, no implica satanizar cualquiera posibilidad de des-estatización.
El Estado no ha sido en ninguna parte el mejor garante de la autonomía universitaria, a la que se ha confundido por lo general con autonomía estatal en la universidad, o con universidad como entidad aislada donde cada miembro pueda hacer lo que le da la gana, hasta llegar a albergar en su interior grupos terroristas (como ha sido el caso de algunas universidades latinoamericanas).
Pero des-estatización tampoco es necesariamente privatización, ni mucho menos, empresarización; ella puede ser entendida también en el sentido de la integración creciente de la universidad en un proyecto civil de sociedad. De acuerdo con Daxner: “La ciencia es una cosa pública, una res-pública. Y ya que los principales establecimientos de la ciencias son las universidades, hay que exigir que ellas sean establecimientos de propiedad pública. Esto significa que la universidad ha de pertenecer a todos los miembros de una sociedad, con todos los derechos y obligaciones que implica cada propiedad” ( p.193). No obstante Daxner -uno de los mejores analistas de las universidades alemanas- no establece la diferencia entre "lo público" y "lo estatal". Una universidad puede ser privada y prestar enormes servicios públicos o puede ser estatal, pero con una muy débil incidencia pública.
La verdad es que el punto arquimédico entre la universidad medieval, la universidad como aparato de Estado, y la universidad-empresa, aún no ha sido encontrado. Quizás no exista. Puede incluso que lo que ha de caracterizar a las universidades del futuro sean combinaciones de diferentes formas institucionales, estableciéndose así una suerte de permanente equilibrio inestable dentro de ellas.
4. Entre el clientelismo estatal y la universidad “chatarra”
Con el fin del comunismo y de las ideologías para-estatistas que lo legitimaban, la universidad puramente estatal ha entrado en descrédito en casi todo el planeta. Pero aún subsiste en países donde el Estado sigue ocupando el centro tanto del proceso productivo como del ideológico (como es el caso en los países islámicos y en los restos de comunismo que perviven en China o Cuba), o en el marco de relaciones partidistas, como las que imperan en algunos países latinoamericanos donde no pocas veces los cargos docentes son ocupados por personas que, antes de dar pruebas de conocimiento han de dar muestras de fidelidad a un partido, régimen, Estado, o ideología. En Chile, para referirme a un caso que bien conozco, las universidades estatales están atestadas de “apitutados”, vale decir, personas que han alcanzado cargos académicos gracias a sus adhesiones políticas.
Como reacción a la, en muchos casos, corrupta universidad estatal, han surgido en diversos países latinoamericanos (así como en muchos de los países poscomunistas de Europa del este) micro-universidades empresariales (también llamadas “universidades chatarra”) que funcionan de acuerdo con el estilo impuesto por una economía mercantil, y que no reconocen ninguna otra ley que no sea la de la oferta y la demanda. En términos estrictos, esas no son universidades, ni deben ser llamadas así. Se trata simplemente de institutos privados y empresariales de enseñanza especializada pero que, si vamos a seguir hablando de universidad no caben dentro de ese concepto. Puede sí, que adelanten con su presencia el fin definitivo, y ya tantas veces proclamado, de la universidad tradicional. Pero ese ya es otro tema. No obstante, debe ser dicho que la formación de institutos autónomos, tanto dentro como fuera de las universidades, en lugar de permitir la aparición de entidades en las cuales la ciencia obtenga más libertad, crea las condiciones para que tales institutos puedan ser cooptados por intereses de Estado, o de corporaciones y empresas privadas.
La siempre anunciada crisis de la universidad resulta, en consecuencia, de la indefinición existencial de la institución. Si renuncia a sus fundamentos arcaicos, se transforma en una empresa comercial, o lo que es peor, en una instancia burocrática del Estado (y de los partidos políticos que lo controlan). Si renuncia a sus características empresariales modernas, se transforma en una reliquia de museo, o en un lugar para realizar visitas turísticas (como ocurre ya con algunas universidades “clásicas”).
La universidad moderna es portadora de una contradicción histórica hasta ahora no resuelta. Pero quizás la condición que permite que esa institución llamada universidad siga existiendo a través de los tiempos es la imposibilidad de resolver dicha contradicción. Eso quiere decir que la crisis de la universidad no es una anomalía. Por el contrario: la crisis puede ser también su forma natural de existencia.
Referencias:
Max Weber: Wissenschaft als Beruf, Reclam, Stuttgart 1995
Max Weber: Schriften zur Wissenschaftslehre, Reclam, Suttgart 1991

Michael Daxner: Die blockierte Universität, Campus, Frankfurt 1999
*Tomado de http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/3773878.asp