Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

viernes, 8 de junio de 2012

SOBRE EL LIBRO HISTORIA REGIONAL Y MICROHISTORIA


Edgardo Malaspina


El profesor Luis González-del Colegio de Michoacán de México define la labor del cronista en su ensayo “Microhistoria y Ciencias Sociales”.El cronista debe estudiar todo lo relacionado con su terruño, la aldea, la parroquia, el municipio y la patria chica, a la cual denomina “matria”. Afirma González que a pesar de que no existen unos valores culturales netamente propios en un municipio es posible hablar de cultura local y de cioertos valores originales.
El cronista o microhistoriador puede ser uno de los ancianos del pueblo que conoce o sabe narrar muchas anécdotas, puede ser también una persona con una cultura general amplia que escribe historias o un especialista propiamente dicho en la materia.
La e encopetada y los hechos de fuste son asuntos de la macrohistoria tradicional. No así la gente humilde y la vida cotidiana, objetos de la microhistoria”, dice el profesor González. El microhistoriador debe hacer grandes caminatas o investigaciones pedestres, excavaciones arqueológicas, entrevistas, consultas en archivos públicos, privados y en bibliotecas. El microhistoriador no es precisamente un científico pero si un artista. La microhistoria más que el saber aspirar al conocer. Es la menos ciecia y la más humanas de las ciencias del hombre.
En síntesis, González habla en su libro de la importancia de las historias locales, de la microhistoria como rama fundamental de las ciencias sociales para elaborar, de manera sólida y fidedigna, los perfiles generales de los pueblos, entendiéndose por estos la historia, tradiciones e idiosincrasia de los países, verdaderos mosaicos de microcosas.

EN LA CASA DE RAFAEL RANGEL



Edgardo Malaspina

(28 DE ABRIL DE 2012)


A pesar de que su nombre indígena significa “lugar donde hay candela”, Betijoque es un pueblo fresco. Llegamos a la plaza en cuyo centro está una estatua del padre de la parasitología venezolana, Rafael Rangel. Las inscripciones son muy elocuentes: “A pesar de haber sido perseguido por negro, día llegará en que su figura en blanco mármol mantendrá el recuerdo de la luz que derramó sobre la ciencia de la patria”. “Cerebro fuerte para la concepción científica, aquel investigador de la verdad tenía el alma de un niño.”
La casa donde nació Rangel el 25 de abril de 1877, y que hoy funciona como museo, es pequeña. La custodia el señor Venancio Leiteler, un uruguayo que llegó a nuestro país hace varios lustros. Nos ofrece café y amablemente nos muestra el microscopio de Rangel con el cual hizo sus descubrimientos. Luego vamos a las vitrinas con las pertenencias del sabio, sus libros, sus documentos, implementos de laboratorio, fotografías y el pequeño ataúd, donde fueron colocados los restos exhumados de Rangel para trasladarlos al Panteón Nacional en 1977.
Salimos y en el patio-jardín de la casa conversamos de la vida y calidad humana de Rangel. Sus primeros trabajos de laboratorio se relacionaron con pacientes anémicos. Rangel descubrió el anquilostomo como causante de la enfermedad y eso le valió el premio Vargas de la Academia Nacional de Medicina. Luego vinieron los estudios sobre la derrengadera en los caballos, la uncinariosis, el carbúnculo, un nuevo tipo de micetoma, una nueva especie de mosquito; es decir su radio de acción como investigador lo extendió hasta la bacteriología, la histología, la micología, la entomología, la anatomía patológica (fundador del primer museo de anatomía patológica de Venezuela) y la epidemiología.
Sobre Rangel se ha escrito mucho. Víctor Manuel Ovalles fue el primero en hablar de su grandeza. El sabio Torrealba dijo: La pasión por la investigación científica y las angustias económicas le impidieron terminar sus estudios de medicina. Pero así, siendo simplemente el Br. Rangel, inició los estudios de parasitología en Venezuela y funda escuela. Arìstides Bastidas dijo que la inmortalidad de Rangel fue bien ganada. El doctor Beaujon lo catalogó de hombre sencillo, sabio y humano. José Gutiérrez lo coloca como uno de los más grandes de las ciencias médicas venezolanas de todos los tiempos. Moisés Feldman explica su suicidio como consecuencia de una depresión endògena. Pero el doctor Marcel Roche, su mejor biógrafo, explica que Rangel se envenenó porque no soportó la envidia y la intriga política luego de que combatió la peste en la Guaira.
Rangel lucha contra esa enfermedad en esa ciudad; y es el mismo doctor Bernard Rieux, de La Peste de Albert Camus, peleando contra el mismo mal en Oràn: Cumplen un mismo apostolado, tienen la misma angustia , y ambos son centro de la ingratitud y la envidia.
A la caída de Castro, el protector de Rangel, Gómez y su gente le negaron la beca (que ya se había ganado por sus descubrimientos) y esta injusticia no la pudo soportar el hombre de ciencia. Dicen que Rangel escribió unos minutos antes de suicidarse: “La esperanza es un suplicio infinito.” El siquiatra Feldman recuerda que Van Gogh antes de matarse dijo: “Es inútil la tristeza dura toda la vida.”

LA INTERVENCIÓN DE LA LIGA DE OCCIDENTE ANTE EL CONTINUISMO DEL PRESIDENTE ANDUEZA PALACIO

Felipe Hernández G.
Cronista de Valle de la Pascua


            El año 1892, los estados Zulia, Falcón, Lara, Los Andes y Zamora conformaron la llamada Liga de Occidente, para preservar los intereses de estas entidades federales con independencia del gobierno y de la denominada Revolución Legalista del general Joaquín Crespo Torres, quien comandaba las fuerzas que luchaban contra el continuismo del presidente Andueza Palacio. La Liga se proponía la defensa de la autonomía de los 20 estados creados por la Federación en 1864. El movimiento era comandado por el general Eleazar Urdaneta, hijo del prócer Rafael Urdaneta; las fuerzas del general Urdaneta se desplazaron hasta el centro del país y el primero de agosto de 1892, dirigieron una proclama a los venezolanos desde la ciudad de Puerto Cabello para informar a la nación los objetivos de la Liga.
            El Dr. Raimundo Andueza palacios no contó, durante su ejercicio de la presidencia de la república, con un jefe militar de ascendencia en el ejercicio que pudiera defender con lealtad su desprestigiado régimen. Su favorito, el general Sebastián Casañas –que según fue quien lo indujo a quedarse en el poder-, cuando ya tenía casi asegurado el triunfo sobre Crespo en la batalla de Jobo Mocho, sin razones valederas se replegó del Apure y se dirigió apresuradamente al Centro.
El valeroso general Ramón Guerra, al saber el alzamiento de Crespo se presentó al despacho del presidente a ofrecerle sus servicios, pero por culpa de un edecán que lo hizo esperar por largo tiempo sin anunciarle al presidente Andueza su presencia, se disgustó con este, saliendo de allí a incorporarse a las fuerzas legalistas. Más tarde, los generales Julio Sarría, ministro de Guerra, Domingo Monagas, jefe del ejército, y Luciano Mendoza, su voluntario aliado, en lugar de brindarle apoyo para sostenerlo, lo indujeron a abandonar el país, para evitar conflictos. 
            Ya encargado interinamente del ejecutivo el Dr. Guillermo Tell Villegas, los generales Monagas y Mendoza, quienes pudieron liquidar las fuerzas de Crespo en la Cortada del Guayabo, dejaron que este se retirara, y ellos muy tranquilos, se volvieron a la capital. Mucho se rumoró de la conducta de los generales continuistas, llegándose a decir, que su regreso obedecía a la intención de adueñarse del poder.
            En la aspiración por la presidencia, se movían tanto los militares como los civiles, y como había empeño en reunir al congreso para buscar una solución, personeros de ambos factores trataban de insinuarse en el ánimo de los legisladores. En eso andaban, en aparente preocupación civilista, los doctores Juan Pablo Rojas Paúl y Laureano Villanueva. Los militares, que procedían por su cuenta y riesgo sin obedecer a ninguna disciplina, hacían lo que creían más conveniente y pensaban en los medios más expeditos. La situación se presentaba muy explosiva y nadie podía predecir lo que podía suceder. Todo era confusión, intriga y anarquía, cuando se presentó en La Guaira, el general Eleazar Urdaneta, hablando en nombre de la Liga de Occidente, pedía la entrega del gobierno. 
            Teóricamente la Liga de Occidente, estaba formada por los estados Falcón, Zulia, Lara, Zamora y Los Andes, pero era temeraria la representación que se había tomado Urdaneta, pues nadie se la había otorgado.   
            No obstante, como el Dr. Guillermo Tell Villegas andaba ya en ánimo de abandonar el gobierno y alejarse del país -teniendo el problema de que el general Manuel María Iturbe, consejero de turno, era crespista-, concibió una maniobra con Urdaneta y le hizo subir a Caracas. Reunió Villegas el Consejo Federal y propuso la reforma de la numeración de los consejeros, propugnado otro orden, de manera que quedara Urdaneta como sucesor inmediato y pudiera asumir el poder.
Sin embargo, los otros consejeros se negaron a aceptar cualquier reforma, especialmente el general Luciano Mendoza, quien ya de hecho, por encima de Villegas, ejercía arbitrariamente la autoridad con acentuadas características dictatoriales. A Urdaneta no le quedó otra alternativa que volver al puerto de La Guaira, desde donde enfiló sus barcos con rumbo hacia Occidente.
            Para este tiempo ya el general Joaquín Crespo había tomado la ciudad de Puerto Cabello y se disponía a asaltar el castillo, cuando apareció frente a la rada el general Urdaneta, dispuesto a auxiliar con su armada a los que estaban en la fortaleza. Ordenó Crespo responder al ataque de los buques con los fuegos de las baterías del Fortín Solano, logrando rechazarlo exitosamente. Más, Urdaneta rescató las tropas que habían hecho la defensa del Castillo Libertador, aun cuando dejó en la playa algunos heridos y enfermos, armas y municiones que no pudo recoger.
            De Puerto Cabello el general Urdaneta se dirigió a La Vela de Coro, donde se unió a las fuerzas comandadas por el general Diego Colina.
            Informa el general Joaquín Crespo, que “Resonaban aun en sus oídos, los vítores del triunfo alcanzado, cuando nos llega la noticia de la batalla dada en La Vela de Coro por uno de los más gallardos veteranos de Venezuela, el general León Colina; batalla en que, después de encarnizado combate, despedazó las fuerzas del general Diego Colina y las que en su auxilio había levado el general Eleazar Urdaneta, después de su retirada de Puerto Cabello, quedando así aniquilada la alevosa farsa que se bautizó con el nombre de Liga de Occidente y dejándonos dueños del estado Falcón”.
            En conclusión, la campaña que pretendía reclamar y preservar la soberanía y autonomía de los estados según los preceptos federales establecidos en la constitución de1864; con independencia del gobierno y de la Revolución Legalista del general Joaquín Crespo, que comandaba las fuerzas que luchaban contra el continuismo del presidente Andueza Palacio, tuvo poco o ningún éxito, el general Urdaneta debió regresar al estado Falcón y sumarse a las tropas del general Diego Colina, que en La Vela de Coro combatían contra el general León Colina, jefe crespista de la región. En esta acción, las tropas del general Urdaneta fueron derrotadas y la Liga de Occidente se disolvió luego de una corta existencia.
            En sus postulados afirmaban que sus intereses eran independientes, tanto a los del gobierno como a la oposición encabezada por Joaquín Crespo.
           
REFERENCIAS Y FUENTES

            CARRILLO BATALLA, Tomás. (1999): De Finales del Siglo XIX al Año 1908 (Del Guzmancismo y Post-Guzmancismo al Castrismo). En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia Nº 327. Julio-Septiembre de 1999.

            CONGRESO DE LA REPÚBLICA. (1983): El Pensamiento Político de la Restauración Liberal. Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XX. Documentos para su Estudio. Caracas.

            FERRER, Dilian Coromoto. (2007): La Participación del Zulia y Los Andes en el Proyecto de Rehabilitación Autonomista de Ignacio Andrade. En: Ágora -Trujillo. Venezuela. ISSN 1316-7790- Año 10- Nº 19. Enero-Junio-2007. pp. 133-158.

            MAGALLANES, Manuel Vicente. (1983): Los partidos políticos en la evolución histórica venezolana. Caracas: Ediciones Centauro.

            PICÓN SALAS, Mariano. (1991): Los Días de Cipriano Castro. Caracas: Monte Ávila Editores.

            PINO ITURRIETA, Elías y otros. (1991): Cipriano Castro y su época. Caracas, Monte Ávila Editores.

            RANGEL, Domingo Alberto. (1964): Los Andinos en el Poder. Mérida, Venezuela: Talleres Gráficos Universitarios.

            URDANETA Q. Arlene. (1992): El Zulia en el Septenio de Guzmán Blanco. Caracas: Fondo Editorial Tropikos.

            VELÁZQUEZ, Ramón J. (1999): La caída del Liberalismo Amarillo. Tiempo y drama de Antonio Paredes. Caracas: Fondo Editorial Nacional. José Agustín Catalá, Editor.
           
            Ponencia leída en: XL Convención Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela, en honor a Santa Ana de Coro, ciudad primogénita, en sus 485 años de fundación. Coro, Estado Falcón 23, 24 y 25 de mayo de 2012.